Más allá de ser una secuela, esta es una entrega que toma un camino completamente distinto: los personajes principales de la cinta pasada quedan relegados a prácticamente cameos y se deja de lado el romance en favor de una exploración de personaje mucho más gratificante. Los creadores parecen haber tomado nota de los defectos de Royalteen y los evitan exitosamente: ningún personaje está de más, las distintas subtramas se entrelazan de forma orgánica, el desarrollo de Margrethe es verosímil y hay una propuesta visual mucho más elaborada, sobre todo el uso de los colores y cómo reflejan el estado mental de la princesa.